21 noviembre, 2012

La pataza no es la mujer de un pato gordo

Yo suelo decir que hay que meter la pataza de vez en cuando para no desentrenarse mucho en eso de arreglar las cosas. Sólo era una teoría. Hasta ayer.

¿Alguna vez os habéis emperrado con algo? Pues yo sí...ayer mismo hice una de las mías de encabezonarme con todas mis ganas y mi convicción. Según me disponía a incinerar a mi pobre e incauta víctima vía mail, dispuesta a acabar de una vez por todas con sus ganas de llevarme la contraria. Pero a la segunda frase se me encendió la bombillita...Nooooooooo!!!! aquel pobre alma cándida que estuvo a punto de ser carbonizada sin piedad, llevaba la razón. 

El caso es que borré hasta el asunto del correo -vamos, que no eché tipppex en la pantalla porque no tenía a mano- y me dispuse a reparar el muro que acababa de cargarme a cabezazo limpio. Ya sabéis, unas pocas líneas amables  explicando esto y lo otro... 

El caso es que no quedaba nada convincente la reparación, os aseguro que me llevó media hora de reloj darle vueltas y vueltas a las puñeteras cuatro líneas (la he liao..., la he liao...,yo se lo explico... pero la he liao...esto no suena bien...). Explicar, re-explicar, documentar, requeteexplicar...Y al cabo de media hora y una rica cocacola light, me llega la iluminación divina y escribo la frase que no se me había ocurrido antes -lo prometo- pero que daba sentido al resto...

Lo siento. 

Enviar.

Qué mala es la falta de práctica, cagüen la leche...media hora para dos palabrejas.

Epílogo: Hoy me han invitado a un cafelito y el calcetín ha quedado mucho mejor que antes del zurcido. Moraleja: hay que meter la pataza más a menudo, no voy a decir que con más ganas, porque no se puede, aiiiiiins!